Hoy volveré a adentrarme en el fascinante mundo de los cromosomas y los genes. Los lectores habituales saben que no suelo tocar estos temas, ya que mis conocimientos suelen ir por otros lares, pero lo que comentaré hoy es de colegio. El martes pasado, en uno de los episodios de la serie House, el borde doctor tenía que convencer a una paciente de que se operase de un tumor, aunque era benigno. Sorprendentemente, ella se niega, alegando que una cicatriz en la tripa la haría menos atractiva a los ojos de su marido (la sorpresa viene porque la buena mujer, estaba bastante rellenita). El marido visita a House para pedirle que convenza a su mujer, enseñándole fotos de sus 6 hijos. Al verlas, House pone su mirada de “acabo de darme cuenta de algo importante”, y poco después en una consulta posterior, le echa en cara a la mujer que los hijos no pueden ser todos de su marido, ya que hay niños con ojos verdes y azules, mientras que el matrimonio los tenía marrones.
Sin embargo esa afirmación no es correcta. Es un mito muy difundido el que de padres de ojos marrones, sólo pueden salir hijos de ojos marrones. Y eso no es así en absoluto. Es algo que puede ocurrir perfectamente, eso sí, siempre que haya ascendentes (abuelos, bisabuelos, etc) que lo permitan.
Al que recuerde las clases de biología del colegio, le sonará de algo el nombre de Mendel, y lo relacionará rápidamente con guisantes. Gregor Mendel fue un monje del siglo XIX que descubrió las reglas básicas que rigen la herencia genética, conocidas como Leyes de Mendel. Para ello, realizó una serie de experimentos con plantas, de los cuales, el más famoso es sin duda el de los guisantes. Recordemos en qué consistía: Mendel cultivó dos variedades de guisantes, una de las cuales era de color verde, y la otra era de color amarillo. Cruzó esas dos variedades y obtuvo como resultado unos guisantes híbridos, todos de color amarillo. Al autofecundar esos guisantes híbridos, obtuvo un resultado curioso. Tres cuartas partes de la descendencia era de color amarillo, y una cuarta parte era de color verde. De esta segunda generación, al autofecundar guisantes verdes, sólo salían guisantes verdes. Pero de los guisantes amarillos, en algunos casos sólo obtenía guisantes amarillos (la tercera parte) pero en otros, obtenía nuevamente guisantes amarillos y verdes, en una proporción de 3 a 1.

Mendel repitió los experimentos con otras variedades, como guisantes con piel lisa y arrugada, y concluyó, entre otras cosas, que había características hereditarias dominantes y recesivas. Un individuo puede tener ambas características, en cuyo caso la dominante se impone sobre la recesiva, teniendo la apariencia de la primera, pero con la posibilidad de transmitir la segunda.
¿Cómo sucede esto? Veamos, en el envío anterior hablé un poco de los cromosomas, y cómo estos “se agrupan” por parejas (mis disculpas a los biólogos por la excesiva simplificación), de forma que en la reproducción, cada progenitor aporta un cromosoma de cada pareja. Los cromosomas a su vez están divididos en genes, que es la unidad básica de la información hereditaria, por decirlo de alguna manera. Cada gen tiene “versiones diferentes” llamadas alelos. Cada progenitor tiene dos alelos de cada gen, y aporta uno de ellos en la reproducción, de forma que el descendiente, recibe un alelo de cada uno. En el experimento de los guisantes de Mendel, resulta que el gen que determina el color del guisante, tiene dos alelos, verde y amarillo, de los cuales el amarillo es dominante, y el verde es recesivo. A estos alelos los llamaremos A (de amarillo, y en mayúscula por ser dominante) y v (de verde, y en minúscula por ser recesivo). Los guisantes “de pura raza” tienen sus alelos iguales, es decir, los amarillos tendrán la pareja AA, y los verdes la pareja vv. Al cruzar las dos variedades, puesto que cada progenitor siempre aporta el mismo alelo, tenemos un cultivo de guisantes híbridos, todos con la pareja Av. Todos tienen tanto el alelo correspondiente al color amarillo como el correspondiente al color verde, pero como el amarillo es dominante, el guisante es de color amarillo. Al fecundar estos guisantes, podemos ver que la descendencia resultante tendrá cuatro posibles combinaciones de alelos: AA, Av, vA, y vv. Si suponemos que la probabilidad de proporcionar a la descendencia un alelo u otro es igual (50%), veremos que cada combinación tiene un 25% de probabilidades de aparecer. Así que tenemos un 25% de guisantes amarillos “puros”, un 50% de guisantes amarillos híbridos, y un 25% de guisantes verdes (únicamente se manifiesta el color verde en la pareja vv).

Bueno, ¿y qué tiene que ver todo esto con el color de los ojos? Pues resulta que en el colegio también nos enseñaron que el color marrón de ojos es dominante, y el color azul o verde es recesivo. En realidad, el color de ojos es un asunto bastante complicado, ya que intervienen varios genes en el resultado final, y tenemos casos como ojos grises, violetas, o incluso personas con un ojo de cada color. Sin embargo, podemos hacer un estudio aproximado, limitándonos a ojos marrones, verdes y azules. Veamos, en el cromosoma 15 existe un gen que influye en el color de los ojos, con dos posibles alelos: marrón y azul. En el cromosoma 19 existe otro gen que también influye en el color, en el que sus posibles alelos son verde y azul. El alelo marrón es el dominante y el azul el recesivo. El verde está “a mitad de camino”, siendo recesivo con respecto al marrón, y dominante sobre el azul. Siguiendo la misma nomenclatura que con los guisantes, llamaremos a los alelos de la siguiente forma: M para el marrón, V para el verde, y a para el azul.
Bien. Es evidente que, según esto, una persona con los ojos azules tiene la pareja aa en ambos cromosomas. Una persona con ojos verdes, tiene la pareja aa en el cromosoma 15, y puede tener cualquier combinación en el 19 que incluya al menos un alelo verde (VV, Va o aV). Una persona con los ojos marrones, tiene al menos un alelo marrón en el cromosoma 15 (MM, Ma o aM), y puede tener cualquier combinación en el 19. Así, una persona con los alelos Ma-Va tendría los ojos marrones, y además, tiene alelos correspondientes a ojos verdes y azules. Si tuviera hijos con otra persona igual, éstos podrían tener ojos marrones, verdes y azules. Concretamente, habría un 75% de probabilidades de que el hijo tuviera ojos marrones (MM, Ma o aM en el cromosoma 15), un 18,75% de tener ojos verdes (aa en el cromosoma 15, y VV, Va o aV en el 19), y un 6,25% de tener ojos azules (aa-aa).
Estamos partiendo del supuesto de que ambos progenitores tienen la combinación Ma-Va, cosa que no tiene por qué ocurrir. Únicamente a través del color de los ojos (manifestación de los genes, llamado fenotipo), no podemos saber exactamente qué combinación tiene (el llamado genotipo, que sólo podríamos averiguar con un análisis de ADN), salvo en el caso de los ojos azules que correspondería a la combinación aa-aa. Una persona de ojos marrones puede tener cualquier combinación que incluya un alelo M, y si uno de los padres tiene la combinación MM, todos los hijos deberían tener ojos marrones. Digo “deberían tener” y no “tendrán” porque en realidad, hay factores que no estamos teniendo en cuenta, algunos no del todo conocidos, que hacen que exista una pequeña posibilidad de que el hijo tenga ojos claros, incluso con un progenitor MM.
Pero de eso se trata precisamente, de entender que una pareja con ojos marrones, puede tener hijos con ojos verdes o azules. Acusar a una mujer de engañar a su marido, basándose únicamente en el color de los ojos de la pareja y los hijos, es una falacia. Aunque conociendo el caracter de House, siempre podemos justificarlo como un farol que se tira para presionar a la mujer, confiando en que ella desconociera todo este asunto.
Para terminar, os recomendaré una página curiosa: What Color Eyes Would Your Children Have? (¿Qué color de ojos tendrían tus hijos?), en la que seleccionando tu color de ojos, de tu pareja, y de los padres y hermanos de ambos, calcula la probabilidad del color de ojos de tus futuros hijos (sin olvidar las limitaciones de este modelo, que he comentado).