No, no, tranquilos. No me estoy despidiendo. Resulta que esta semana, al llevar a mi preciosa nena al pediatra, en la sala de espera había un ejemplar de la conocida revista «Muy Interesante» (septiembre de este año), y en su portada aparecía como titular principal, algo así como «Ya se sabe cómo acabará todo» (cito de memoria, tal vez no sea exacto). Me sorprendí mucho, ya que hasta donde yo sé, aún no se conoce cómo será el fin del universo. De hecho, se barajan tres posibles finales: el Big Crunch, donde la gravedad terminará frenando la expansión del universo, y lo contraerá hasta que se colapse sobre sí mismo, como en un Big Bang marcha atrás; el Big Rip, donde la energía oscura acelerará cada vez más la expansión, venciendo las cuatro fuerzas fundamentales, deshaciendo galaxias, sistemas planetarios, hasta la propia materia, quedando una inmensa nube de partículas elementales; y la muerte térmica, inevitable por culpa de la implacable Segunda Ley de la Termodinámica, de forma que si el universo no termina por algún otro motivo, lo hará de esa forma.
Así que busqué el artículo, para ver si se había realizado algún nuevo descubrimiento sobre el tema, y resulta que no. De hecho, en el artículo se exponían diferentes finales para tres cosas: la humanidad, la Tierra (nuestro Sol, más bien), y el propio Universo. En los tres casos hay varios posibles finales, y así se explicaba en el artículo, por lo que el titular era totalmente falso. Esto sería más bien un caso de mala prensa (titular engañoso), pero en el propio artículo se mencionaban una serie de cosas que sí entran dentro de mala ciencia.
Al hablar de los posibles finales de la vida humana, se comenzaba mencionando una idea propuesta por un filósofo (no recuerdo el nombre), para calcular la probabilidad de que la humanidad se extinga en determinado intervalo de tiempo. Así, se exponía un experimento mental como analogía, en el que se tiene una caja llena de bolas numeradas (comenzando por 1 y de forma secuencial, de forma que el número más alto coincide con el total de bolas). No sabemos si en la caja hay 10 bolas o 10 millones. Pero si sacamos una bola al azar, y resulta que tiene el número 7, es mucho más probable que haya 10 bolas en la caja, que 10 millones, y dicha probabilidad se puede calcular. Una vez planteado esto, se explicaba que en el mundo real, el número de la bola extraida sería el total de nacimientos que ha habido desde el inicio de la especie humana, y aplicando las mismas matemáticas, se puede calcular cuál es el número máximo de nacimientos (bolas) más probable.
Pero esa analogía tiene una trampa. Si consideramos que cada nacimiento es una bola numerada, entonces no estamos extrayendo una bola al azar. Lo que estamos haciendo es extraer las bolas una a una, por orden. Volviendo al experimento, las 5 primeras bolas serán por narices, las que van numeradas del 1 al 5, y eso no me dice nada en absoluto de si es más probable que haya 10 ó 10 millones de bolas. De hecho, si utilizamos el razonamiento que nos plantean, al sacar las primeras bolas, el cálculo nos dirá que lo más probable es que en la caja haya pocas bolas; y a medida que vamos sacando más y más, nuestros cálculos aumentarán cada vez más el número total de bolas de la caja. Y al sacar las últimas bolas, pensaremos que quedan muchísimas más todavía. En fin, que no me parece en absoluto una forma válida de calcular la fecha de la posible extinción de la especie humana.
Lo curioso es que se proponían diversos finales, todos ellos destructivos, como impactos de meteoritos, pandemias mortales, guerras con armas de destrucción masiva (aunque dado que sobrevivimos a la Guerra Fría, creo que este es el menos probable, pese a nuestro belicismo), etc. No se proponía algo tan simple (y común, si no, la vida seguría igual que hace millones de años), como el que nuestra especie evolucionara, adaptándose a los cambios del ecosistema, hasta que ya no seamos homo sapiens, sino otra cosa. Bueno, se mencionaba el calentamiento global, pero también de forma catastrófica, y que provocaría extinciones en masa, no como un cambio al que las especies se adaptaran.
En el apartado dedicado a explicar los posibles finales del universo, se hace también una introducción desafortunada: así, se menciona que los antiguos griegos tenían razón al pensar que el universo estaba formado de cuatro elementos fundamentales, puesto que así ocurre en realidad: materia, energía, materia oscura y energía oscura.
Bueno, pues va a ser que no. Los griegos pensaban que todas las cosas estaban hechas de una combinación de aire, agua, tierra y fuego. Y sí, son cuatro, pero hasta ahí el parecido. Además, la materia oscura no es un «algo» diferente de la materia. La materia oscura es materia, con la única característica de que no emite radiación electromagnética (como luz) detectable por nosotros, pero que se sabe que existe por sus efectos gravitatorios. Y aunque aún no se sabe con seguridad qué es la materia oscura, los planetas entrarían perfectamente en dicha definición. El único problema de la materia oscura es saber qué es exactamente, y por qué está ahí. Pero es materia.
Por otro lado, ni materia ni energía (la energía oscura aún no se sabe muy bien lo que es, así que la dejaremos de lado) son componentes fundamentales del universo. Estos componentes son las partículas elementales, que forman tanto la materia como la energía. Sí, la energía también. Recordemos, por ejemplo, que la radiación electromagnética está formada por fotones. Estas partículas elementales son los componentes fundamentales del universo (y son más de cuatro).